El proyecto instaló 12 pequeños relieves de cemento pintados al óleo en 12 puntos de la ciudad de Lima, durante la cuarentena del Covid 19.  Fueron colocados durante varias noches, al filo del toque de queda, en espacios residuales de la ciudad: una casa en demolición, un rincón para personas sin hogar o una parada de autobús aislada. 

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Cada uno de los relieves es como una contradicción visual, entre la imagen pintada y las delicadas  formas de sus soportes. Son bellos y conflictivos encuentros entre pasado y presente, memoria e historia, cambio y tradición. Un susurro en medio del caos para miradas atentas y despiertas.